Es fácilmente comprobable la relación existente entre la alimentación y las emociones. Basta con observar la expresión de un niño que recibe un helado o la de un adulto al degustar su plato favorito.
Así mismo, no es solo una cuestión de observación sino que existen estudios que corroboran este complejo vínculo entre la conducta alimentaria y las emociones o repercusiones sobre el
estado anímico de una persona.
Comer por placer
La alimentación constituye una de las funciones vitales de los seres vivos. Incorporar alimentos al organismo es fundamental para que el mismo tenga a su disposición una serie de sustancias y compuestos, muchas veces imprescindibles, para su correcto funcionamiento.
Dentro de un alimento podemos encontrar macro y micronutrientes. Los primeros son los que deben ingerirse en mayor cantidad. Generalmente, en esta categoría se incluyen el agua, los carbohidratos, las grasas y las proteínas. Excepto el agua, el resto también pueden ser llamados nutrientes proveedores de energía. Por otra parte, los micronutrientes, que incluyen los minerales y las vitaminas, son requeridos en cantidades muy pequeñas. Sin embargo son extremadamente importantes para la actividad normal del cuerpo y su función principal es la de facilitar muchas reacciones químicas que ocurren en el mismo.
Debemos considerar además que la importancia que reviste la alimentación para el organismo debe estar de alguna forma asegurada y no depender exclusivamente de la voluntad. Es por ello que existen diferentes mecanismos químicos que se activan al momento de comer, estimulando al cerebro y generando sensaciones que van a influir directamente en nuestro comportamiento y estado anímico.
Hay alimentos que ayudan a calmar la ansiedad porque en su composición incluyen triptófano, un aminoácido que estimula la liberación de serotonina. La serotonina es un neurotransmisor, una sustancia química que transmite información entre neuronas afectando en tal sentido distintos aspectos del funcionamiento del cuerpo. Entre las principales funciones de la serotonina está la de regular el apetito mediante la saciedad, equilibrar el deseo sexual, controlar la temperatura corporal, la actividad motora y las funciones perceptivas y cognitivas.
La falta de serotonina causa distintos efectos negativos sobre el organismo, como angustia, tristeza o irritabilidad. Nuestro cuerpo no produce triptófano, por lo tanto debemos ingerirlo a través de la dieta. En consecuencia, debido a sus efectos, podemos decir que los alimentos ricos en este aminoácido actúan como antidepresivos naturales.
Alimentación emocional
Basados en los efectos químicos de las sustancias que ingerimos nuestra dieta puede condicionar nuestro estado anímico y emocional. Así, el acto de comer puede resultar placentero y desestresante.
Muchas veces basamos nuestras preferencias o elecciones alimentarias según cuáles fueron nuestras emociones en el pasado. Ya sea en la elección de un alimento porque nos trae a referencia buenos momentos o en el rechazo de otros asociados a situaciones desagradables, nuestra “historia emocional” condiciona nuestra alimentación.
Es normal que nos demos un gusto y disfrutemos de un momento placentero como puede ser comer un chocolate, pero la alimentación emocional debe ser controlada, pues no siempre podemos comer cuando estamos cansados, enojados, tristes o alegres, de lo contrario, culminaríamos con exceso de alimentos.
Está comprobado que los alimentos grasos son los más escogidos cuando comemos para calmar nuestras emociones, lo cual puede desencadenar un exceso de grasas en la dieta, desequilibrando la misma y causando enfermedades. Sumado a esto, el exceso de grasas descontrola nuestro reloj biológico, alterando los ritmos de sueño adecuado, lo cual trae aparejado estrés y malestar emocional.
Por otro lado, en algunas situaciones de estrés o tristeza no nos cabe bocado o nos cae mal la comida. En casos extremos las emociones pueden afectar negativamente la digestión provocando un síndrome de intestino irritable que condiciona posteriormente la calidad de la dieta.
Las variables psicológicas que se ponen en juego en este vínculo son muy importantes y pueden afectar de manera determinante el estado nutritivo de una persona. Muchas personas, por ejemplo, responden con grandes ingestas de comida frente a situaciones estresantes o depresivas lo cual puede conducir a un desequilibrio en la alimentación y en su salud si perdura en el tiempo. Además, el estrés también causa problemas anímicos que influyen en la ingesta alimentaria.
La serotonina tiene la función de establecer el equilibrio entre otros neurotransmisores como la dopamina o la norepinefrina (noradrenalina), los cuales son importantes ya que se relacionan con la angustia, la ansiedad o los trastornos alimenticios. Comer con el paladar es una conducta que tiene que ver con el placer y, por tanto, entra en juego el sistema de recompensa mediado por la dopamina. Como consecuencia los niveles bajos de este neurotransmisor se asocian a comportamientos obsesivos y al trastorno por atracón.
El control de las emociones
La “Psicología de la Nutrición” se ocupa del estudio y la aplicación de estos fenómenos tanto en sus condiciones normales como en aquellas que se presentan en la patología. Su objetivo es encontrar el equilibrio entre el psiquismo, los factores sociales, emocionales y educativos, y la nutrición, ya que resultan esenciales para el desarrollo saludable de cualquier persona.
El estrecho vínculo entre emoción y alimentación tiene que estar basado en comer justamente lo que necesitamos, en función de los requerimientos basados fundamentalmente en parámetros de edad, sexo y nivel de actividad. Nuestra emoción es la que tiene que hacernos conscientes de la alimentación que necesitamos.
Una dieta saludable nos ayuda a sentirnos bien. Las terminaciones nerviosas presentes en nuestro intestino informan constantemente a nuestro cerebro, por lo que prevenir alteraciones intestinales así como llevar una dieta de buena calidad, nos ayuda a mantener bajo control las emociones.
En conclusión, debemos ser capaces de lograr un equilibrio que no perjudique nuestra salud, y para ello resulta fundamental controlar la alimentación por emociones. De esta forma no tendremos inconveniente de permitirnos de vez en cuando comer por placer y disfrutar de un plato sabroso y cargado de buenas sensaciones.
Fuentes:
– García Allen J. Psicología y Nutrición: la importancia de la alimentación emocional. https://psicologiaymente.com/nutricion/psicologia-nutricion-alimentacion-emocional.
– Gottau Gabriela. 2012. Alimentación y emociones: un vínculo complejo. https://www.directoalpaladar.com/salud/alimentacion-y-emociones-un-vinculo-complejo.
– Palomino-Pérez Ana María. 2020. Rol de la emoción en la conducta alimentaria. Rev. chil. nutr. vol.47 no.2 Santiago. http://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182020000200286
– www.foodpyramid.com/6-essential-nutrients
– www.fao.org/docrep/017/i3261e/i3261e05.pdf